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Nacionales Galiza :: 08/06/2013

[Gal/Cast] Cargos institucionais de Anova incumprem o acordo polo qual só cobrariam o salário médio

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Cargos institucionales de Anova, partido de Beiras, incumplen promesa de cobrar sólo el sueldo medio

Galego

Há quase um ano, a Assembleia Constituinte do que hoje é Anova surpreendia com um acordo insólito entre as forças políticas eleitoralistas no nosso país.

Os seus representantes públicos (deputados/as, concelheiros/as e alcaides) só cobrariam o salário médio do âmbito que representassem, e entregariam o restante a causas sociais. Enquadrava-se esta medida no discurso que a gente de Beiras vinha lançando à sociedade galega: rebeliom cívica, processo constituinte, superaçom do institucionalismo e da figura do político profissional.

Umha cançom bem acorde cos tempos que correm como demonstrou o apoio eleitoral à coaligaçom do velho dirigente nacionalista. Porém, após a abraiante representaçom obtida no parlamento, cumprem a sua palavra os sócios de Esquerda Unida?

Ninguém pode negar que os deputados de Anova marcam um novo estilo no parlamento. Numha tentativa de seguir o ronsel do seu líder, buscam o confronto visual e formal por cima dos procedimentos das forças tradicionais, completamente fora de jogo neste aspecto. Contodo, este empenho na procura do conflito de formas às vezes resulta excessivo e contraproducente por nom crível. A indignaçom fingida é umha das mais altas quotas da arte teatral, nom vale qualquer um.

Outro dos acertos da organizaçom nacionalista foi a escolha do perfil dos parlamentares. Umha ex-sindicalista despedida, um labrego e um investigador no paro. Umha operaçom de marketing extraordinária para lhe lavar a cara ao nacionalismo institucionalista numha superaçom aparente do político profissional. Porém, este fai-se, nom nasce.


A política num pais em crise

O nosso país padece umha taxa do 22% de paro, 45% entre a juventude. Aliás, 77000 moças e moços, que elevariam cinco pontos a primeira percentagem, emigrárom em só os últimos quatro anos. A maiores, 650000 cidadaos e cidadás sobre umha populaçom de menos de três milhons vive na pobreza na Galiza de 2013. Com estes dados, ainda mais agora que se fala de suprimir até o salário mínimo, a medida de Anova que combatia os privilégios dos representantes profissionais do regime espanhol era um autêntica bafarada de ar fresco. Supunha um gesto palpável que confirmava umha vontade real de mudar o status quo além de discursos e cantos de sereia. Cobrar mais de 60000 euros anuais, dez milhons das antigas pesetas, por exercer de representante público, em teoria um serviço voluntário à comunidade, clama ao céu na situaçom que estamos a viver. A alternativa que se tomava, perceber só o inchadíssimo salário médio galego, uns 1.400 euros, o que cobra um funcionário do grupo A2, e devolver-lhe o resto aos sectores mais necessitados da sociedade galega, enxergava-se como umha proposta revolucionária pola sua sensatez.


Incumprimento absoluto

Hoje, às portas da I Assembleia Nacional de Anova, o incumprimento da medida é absoluto. Nom só no caso dos deputados, indiferenciáveis neste sentido dos dos outros grupos parlamentares, também no da dedicaçom exclusiva do alcaide de Teu, o eterno delfim (com todo o contraditório que isto resulta na suposta esquerda) Martiño Noriega. As arcas dum concelho de menos de 20000 habitantes desembolsam quase 45000 euros anuais para o peto do seu mediático presidente de câmara sem que um só cêntimo cumpra a proposta exibida na mídia há um ano.

Se é imoral colaborar coa opressom que padece o próprio povo ao que se pertence em troca de benefícios individuais, pior é fanar as esperanças de mudança dos oprimidos com falsas promessas de ruptura. Usurpar o discurso transformador com fins eleitoralistas e de proveito próprio é um acto criminal na situaçom em que nos vemos, já que colabora co sistema na canalizaçom controlada do descontento e na desmoralizaçom da cidadania mais consciente.

Castellano

Hace casi un año, la Asamblea Constituyente de lo que hoy es Anova sorprendía con un acuerdo insólito entre las fuerzas políticas electoralistas en nuestro país.

Sus representantes públicos (diputados/as, ediles y alcaldes) sólo cobrarían el salario medio del ámbito que representasen, y entregarían lo restante a causas sociales. Se marcaban esta medida en el discurso que la gente de Beiras venía lanzando a la sociedad galega: rebelión cívica, proceso constituyente, superación del institucionalismo y de la figura del político profesional.

Una canción acorde conlos tiempos que vivimos como demostró el apoyo electoral a la coalición del viejo dirigente nacionalista. Sin embargo, después de la sorprendente representación obtenida en el parlamenteo, cumplen su palabra los socios de Izquierda Unida?

Nadie puede negar que los diputados de Anova marcan un nuevo estilo en el parlamento. En un intento de seguir el ronsel de su líder, buscann el enfrentamiento visual y formal por encima de los procedimientos de las fuerzas tradicionales, completamente fuera de juego en este aspecto. Aún así, este empeño en la búsqueda del conflicto de formas a veces resulta excesivo y contraproducente o no creíble. La indignación fingida es una de las más altas cotas del arte teatral, no vale cualquiera.

Otro de los aciertos de la organización nacionalista fue la elección del perfil de los parlamentarios. Una ex-sindicalista despedida, un agricultor y un investigador en el paro. Una operación de marketing extraordinaria para lavarle la cara al nacionalismo institucionalista en una superación aparente del político profesional. Sin embargo, este se hace, no nace.

La política en un país en crisis

Nuestro país padece una tasa del 22% de paro, 45% entre la juventud. Además, 77000 jóvenes, que elevarían cinco puntos el primer porcentaje, emigraron en tan sólo los últimos cuatro años. Además, 65000 ciudadanos y ciudadanas sobre una población de menos de tres millones vive en la pobreza en Galiza de 2013. Con estos datos, incluso aún más ahora que se habla de suprimir hasta el salario mínimo, la medida de Anova que combatía los privilegios de los representantes profesionales del régimen español era una auténtica bocanada de aire fresco. Suponía un gesto palpable que confirmaba una voluntad real de alterar el status quo además de discursos y cantos de sirena. Cobrarmás de 60000 euros anuales, diez millones de las antiguas pesetas, por ejercer de representante público, en teoría un servicio voluntario clama al cielo en la situación que vivimos. La alternativa que se tomaba, percibir el salario medio galego, unos 1.400 euros, lo que cobra un funcionario del grupo A2, y devolverle el resto a los sectores más necesitados de la sociedad galega, se vislumbraba como una propuesta revolucionaria por su sensatez.

Incumplimiento absoluto

Hoy, a las puertas de la Asamblea Nacional de Anova, el incumplimiento de la medida es absoluto. No sólo en el caso de los diputados, indiferenciables en este sentido de los de los otros grupos parlamentarios, también en de la dedicación exclusiva del alcalde de Teu, el eterno delfín (aún así, lo contradictorio que este resulta en la supuesta izquierda) Martiño Noriega. Las arcas de un ayuntamiento de menos de 20000 habitantes desembolsan casi 45000 euros anuales para el bolsillo de su mediático presidente de cámara sin que un sólo céntimo cumpla la propuesta exhibida en los medios de comunicación hace un año.

Si es inmoral colaborar con la opresión que padece el propio pueblo al que se pertenece a cambio de beneficios individuales, peor es romper las esperanzas de cambio de los oprimidos con falsas promesas de ruptura. Usurpar el discurso transformador con fines electoralistas y de provecho propio es un acto criminal en la situación en que nos vemos, ya que colabora con el sistema en la canalización controlada del descontento y en la desmoralización de la ciudadanía más consciente.

 

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