Las políticas forestales heredadas del franquismo continúan vivas

Industria maderera comprará árboles muy por debajo de su costo real

Se habla de que la diferencia en dinero es muy considerable. Los árboles quemados cuestan ahora después de los incendios entre 20 y 30 millones de euros. Si no hubiesen ardido su precio rondaría los 164 millones. Para los empresarios de la madera, que vienen siendo señalados últimamente como beneficiarios de los incendios, la quema de superficie forestal supuestamente no les beneficia. Pero los hechos cantan, ya que la prensa recoge que incluso compraron en años pasados madera quemada en Portugal y hasta en Guadalajara.

La diferencia en millones es más que evidente. Los árboles quemados costarían en el mercado entre 3.327 y 4.991 millones de pesetas. Sin quemar su precio ascendería hasta los 27.287 millones de pesetas. En realidad la práctica de comprar madera quemada es algo muy extendido entre las principales industrias madereras radicadas en Galicia. A pesar de que en las últimas semanas los empresarios del sector salieron en la prensa negando que sus negocios salieran beneficiados de alguna manera con los incendios forestales de cada verano, sus palabras parecen estar muy lejos de la realidad. ENCE, Finsa, Losán y Tafisa compran de manera habitual árboles quemados cuyo costo en el mercado es ocho veces menor que su precio habitual. De hecho reconocen haber comprado madera quemada en Portugal en el año 2003 y también en España en el pasado año.

Sin embargo ésta vez no les será necesario. Los empresarios calculan que tendrán que construir un almacén de árboles para evitar que las fábricas de celulosa y de transformación de la madera se les colapsen. La madera quemada, en caso de que los montes tengan un convenio con la Xunta, será ella misma quien establezca sus precios en una subasta. Si los montes son privados, como sucede en muchas ocasiones, la madera se vende directamente a intermediarios.

Las políticas forestales heredadas del franquismo continúan vivas

Galicia produce casi el 50% de la madera del Estado... pero, paradójicamente, transforma industrialmente sólo un 10%. En realidad sucede que desde el franquismo el Estado se dio cuenta de que Galicia reunía las condiciones idóneas para producir madera a gran escala destinada a su transformación fuera de Galicia. La instauración del régimen franquista jugó un papel fundamental en la especialización de Galicia como gran vivero de especies exóticas y de gran crecimiento, diseñando un plan y creando una legislación que perviven hasta hoy. Ayudada por más de una década de gobierno de Fraga Iribarne, lo que comenzó como una expropiación forzosa de los montes vecinales y la introducción forzosa de árboles de rápido crecimiento como el eucalipto y el pino acabó significando el abandono de nuestro medio rural y la emigración de la población que dejaba vía libre a la plantación masiva de especies foráneas. Firmar convenios entre la administración (propietaria de los montes) y empresas fabricantes de pasta de papel (como ENCE) para repoblar con especies de rápido crecimiento fue el procedimiento utilizado para la plantación masiva de eucaliptos y pinos.

De éste modo, los intereses de España respondían también a los intereses económicos de unos monopolios que tenían como cabeza visible a empresas de pasta de papel y de celulosa. Será Fraga Iribarne, como dijimos, la persona que imprimirá un carácter si cabe más productivista a ésta política forestal, pues en 1996 concederá la subvención máxima a las especies de rápido crecimiento. Especies que fueron plantadas en su mayor parte en terrenos de pastos y montes abandonados. De alguna manera los incendios que hoy tienen lugar responden a las políticas forestales heredadas del franquismo que continúan vivas, como lo hacen en otros aspectos y lugares, en nuestros montes.